La palabra "Dios" suele traducirse al japonés como "kami”, algo que posiblemente sea un error. En esta ocasión, reflexionaremos acerca de ambos conceptos por separado: "Dios" se emplea para denominar a la única deidad suprema existente en el mundo según las diferentes religiones monoteístas; esta palabra se convierte, por lo tanto, en un nombre propio, de ahí que se escriba en mayúscula. Sin embargo, si aparece en minúscula, sabremos que se utiliza para referirse a alguno de los dioses propios de los cultos politeístas.
La noción de dios como kami existente en Japón desde tiempos antiguos es, en pocas palabras, la de la personificación de los distintos fenómenos de la naturaleza. Sin mencionar los dioses que aparecen en el Kojiki y el Nihon shoki, los escritos japoneses más antiguos sobre mitología y hechos históricos de los que se tiene constancia, y las distintas deidades veneradas en los santuarios, todo lo extraordinario puede denominarse "kami”: el sol, la luna, el viento, la lluvia, el mar, los árboles de gran tamaño, las rocas, los animales y las plantas, e incluso las personas. Posteriormente, en el período Edo (1603-1868), Motoori Norinaga (1730-1801), un afamado estudioso de la literatura clásica y las obras antiguas, definiría "dios" como "todo aquello que conmueve al hombre y despierta en él cierta melancolía". Para el pueblo nipón, por lo tanto, el archipiélago japonés es una tierra de dioses abundante en naturaleza, un lugar en el que las deidades se encuentran por doquier. No obstante, traducir el concepto de "tierra de dioses" a otros idiomas puede llevar a que se malinterprete como una noción chauvinista y fanática, a pesar de que su significado original no tiene esa connotación.
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